Pionero. Testigo. Referente. Protagonista. Si se escribiera una historia del tatuaje en Argentina, Sergio Sancast calificaría para cualquiera de esas categorías. Sus trabajos de Realismo y Negro y Gris marcaron una época en el tatuaje argentino y plantaron su nombre en el mapa mundial. Sin embargo insiste en que prefiere “no encasillarme en un estilo único. Me gusta combinar gris con color, que es más divertido”.

Empezó a pinchar a mediados de los 80, casi de casualidad por insistencia de un amigo, usando aguja e hilo, con el esfuerzo y la curiosidad del autodidacta. Una anécdota de esos años representa el espíritu artesanal que lo movilizaba para crecer: “Me decidí a comprar una máquina, pero había pocas y eran muy caras. Así que las estudié un poco para ver cómo funcionaban. Le encargué una a mi primo, que era medio electricista. Adaptó una afeitadora y quedó. Ahí empecé a tatuar ‘a máquina’”, recuerda Sergio.
Un tiempo después consiguió un máquina de verdad, justo cuando la carrera de tatuador se impuso a otras opciones de vida como el fútbol (jugó en la reserva de Platense) y la música. Hoy sigue tatuando, participa de convenciones y comparte su conocimiento en cursos y talleres.
Mientras prepara la ronda de mates, Sergio comparte recuerdos mediante gestos amables y humildad, pero con la autoridad que le otorgan los logros obtenidos en base a esfuerzo, perseverancia y coherencia.
Los estantes y paredes de su estudio, cubiertas de afiches, recortes y premios, son un testimonio de su trayectoria y vigencia nacional e internacional. Su nombre es sinónimo de calidad y sus clientes lo saben, por eso lucen con orgullo “un tatuaje de Sancast”.
Tatuador antes que artista
Al analizar los cambios que se dieron en la actividad desde que empezó hasta hoy, Sergio se detiene en el uso de la categoría de ‘artista’ para denominar a algunos tatuadores. “Yo no me siento un artista”, aclara. “Soy más tatuador que artista. Un tatuaje puede ser arte, pero yo no soy un artista. Es parte de mi vida, algo que yo elegí, pero no las 24 horas del día. Sin embargo lo disfruto tanto que no lo siento como un trabajo”.
Esa relación que Sergio mantiene con el tatuaje es un intercambio productivo: él entregó sus creaciones y a cambio pudo “conocer el mundo, hacer grandes amigos y vivir experiencias increíbles”.
Entre esas vivencias se destacan las charlas con leyendas del tatuaje mundial como Brian Everett, Guy Hutchinson, Filip Leu, Bernie Luther o Jack Rudy. “Es la generación que revolucionó el tatuaje entre finales de los 80 y principios de los 90. Ellos cambiaron todo. Me enseñaron qué hay que hacer y qué no. Pero cada uno usa lo que le resulta mejor, como aconsejo en los talleres que dicto”, sostiene.
Tinta de exportación
Uno de los capítulos más destacados de la vida de Sergio como tatuador se desarrolla en Europa, principalmente en Dinamarca y otros países escandinavos. Empezó en 1997, cuando después de una convención en Vigo, España, lo invitaron a otra en Copenhague.
“Ya había pulido mi estilo y allá marqué un punto de quiebre, porque Negro y Gris no se veía mucho y en cierta forma lo instalé. Era más común el Tradicional y mucho color. Un sudamericano que hacía Realismo les cambió el chip, y los tipos aprenden muy rápido.”, describe Sergio.
De golpe Sergio empezó a ganar premios en convenciones de Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia. Los artistas locales querían tatuarse con él y lo invitaban a sus estudios para ver cómo trabajaba. “En el momento no me daba cuenta, pero eso empezó a cambiar el Realismo en Escandinavia. Mis amigos de allá me contaban de la movida que se armaba y me mostraban las notas en las revistas”, recuerda. También trabajó en Alemania y Austria.
El tatuaje hoy: luces y sombras
Pero Sergio no vive del pasado, y destaca la evolución del tatuaje en distintos aspectos. “De lo nuevo, lo que más me gusta es el Tradicional Moderno o Neotradicional. También el estilo Japonés cuando le aplican elementos de Realismo”. Y asegura que “la calidad de trabajo en el Realismo mejoró mucho porque hoy se incorporan conocimientos de bellas artes o técnicas de la pintura. Antes no era habitual”.
Para estar al tanto de esas tendencias aprovecha los viajes y las convenciones. “Me gusta ver los trabajos en vivo, y hay cosas que no se pueden creer”, destaca. Y si bien valora las herramientas digitales como recurso de diseño, advierte sobre “el abuso del Photoshop y los tatuajes que se hacen para la foto, que suelen ser efímeros. Con el tiempo se lavan, se expanden y no duran”.
En plena convivencia con la sobreabundancia de información que proponen las redes sociales y la televisión, Sergio se toma el tiempo para educar a los clientes: “A veces quieren hacerse algo que vieron en el teléfono. Pero les explico que muchos tatuajes en Instagram tienen retoques, y que además no copio otros trabajos”.
Al mismo tiempo, trata de bajar las expectativas en relación a lo que muestran las pantallas: “A veces no entienden que un tatuaje no queda como se ve en la tele o en internet. O que para hacer un brazo entero necesitás dos o más sesiones, además de la cicatrización y la curación. Pero supongo que va de la mano con la sociedad de hoy, donde todo se consume de manera urgente”, reflexiona.
El mate se lavó hace rato y ya se abandonó, aunque la charla podría extenderse entre historias de viajes y recuerdos. Pero Sergio tiene que seguir trabajando, siempre con las mismas ganas y motivaciones que cuando empezó: “A pesar de los años, es difícil estar conforme. Uno busca la perfección, pero es algo que probablemente nunca se alcance. O quizás no existe”.
15-3231-3889 – sancasttattoo@hotmail.com
Esta bien la nota, solo un detalle: no empezó a pinchar a mediados de los 80, lo hizo a principios de los 90.
Las cosas como son.
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Hola Cacho, gracias por participar. La referencia a mediados de los 80 es por las primeras experiencias de Sergio pinchando, cuando todavía no lo hacía de manera profesional.
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