“El tatuaje combina varias cosas. Es un trabajo porque vivo de esto y una pasión porque me encanta. Pero principalmente es amor porque me lo dio la vida que llevo y me convierte en quien soy. Le debo todo al tattoo”, así se presenta Bonel.

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Bonel

Ese camino empezó de la mano de personas clave en su formación, como Bernie Luther, Pablo Barada y Agustín Cavalieri. “Llegué a ellos para tatuarme y aprender. Agustín hoy es un gran amigo y lo considero un mentor, que me abrió la cabeza y me enseñó a amar el tattoo”, recuerda.

Hoy, ni siquiera una trayectoria de varias temporadas en Europa puede disimular el acento cordobés, que revela sus orígenes desde el primer saludo. Pero a pesar de ser oriundo de la provincia mediterránea, no cuenta chistes cuando habla de tatuajes.

El tono de Bonel  es fuerte y claro, similar a su técnica para desarrollar el estilo japonés. “Me gusta lo que sea rancio, clásico, tradicional. Sólido, negro, pocos colores. Cada vez lo simplifico más porque con el tiempo los tatuajes que mejor quedan son los más simples y sólidos”, asegura.

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Pero eso no quiere decir que las obras de Bonel sean tareas sencillas. Por el contrario, cada una es resultado de un acercamiento profundo al origen y significación del estilo japonés. Forma parte de un proceso de aprendizaje no sólo para dibujar y diseñar mejor, sino principalmente para comprender e interpretar la esencia de esa escuela milenaria.

Uno de los puntos clave de esta avidez por conocimiento fue un reciente viaje a Japón, donde visitó a algunos de los principales referentes: las familias Horiyoshi, Horihide y Horikazu. “De esos maestros me llevé cosas muy positivas que impulsaron mi actividad y me volcaron netamente hacia lo más tradicional”, recuerda Bonel.

Más allá del enriquecimiento personal y profesional, esta experiencia también le permitió trazar una referencia en cuanto a la relación de Occidente con el tatuaje japonés. “Me di cuenta de que por más práctica que tengamos no entendemos nada”, sentencia con total franqueza. “Los significados y la simbología remiten al tipo de relación con el mundo que mantienen. Nadie se hace algo porque sí. Todo está vinculado a un significado especial que es parte de su vida”, señala.

“Hace años que estudio los símbolos y cómo se conjugan. Pero después de visitar Japón me di cuenta de que si no naciste y te criaste en una familia tradicional de tatuaje, es casi imposible interpretarlos en su totalidad”, se sincera.

“Ir a Japón fue algo que elegí para progresar”, resume Bonel. “Si amás esta profesión, te motiva para crecer”, asegura. Con esta convicción lleva adelante su búsqueda, que va desde practicar hasta estudiar libros sobre historia y arte japonés.

La trayectoria de Bonel abarca quince años de trabajo en Europa, con temporadas en España, Francia, Bélgica, Alemania, Holanda, Suecia, Finlandia, Inglaterra e Italia. Esta experiencia representa un proceso de aprendizaje ya que permite intercambiar ideas y conocimiento con tatuadores de distintas culturas.

A partir de ese recorrido, traza un perfil de la escena del tatuaje en distintos países: “Hay diferencias marcadas, ya que el enfoque cambia según la cultura. Barcelona está alineada con las modas y sale el neotradicional, con muchos tatuadores haciendo lo mismo. Así bajan las posibilidades de crecer y destacarse”.

El panorama cambia en la zona norte de Europa. “Allá son más clásicos. Les gusta el Old School o el japonés tradicional. Existe más educación en relación al tatuaje, los estilos, los procesos creativos. Eligen el tatuador de acuerdo a su especialidad”, comenta.

En Japón, como existen prohibiciones para exhibir tatuajes en lugares públicos por estar culturalmente vinculados a la mafia o Yakuza, el trabajo del tatuador suele tener limitaciones. “Para crecer profesionalmente, tienen que irse al exterior”, explica Bonel. “O ser de una familia tradicional de maestros que tienen clientes internacionales”.

08022016-nikito arms 2El peso de lo masivo

Más allá de la escena propia de cada país, Bonel no puede dejar de mencionar un proceso que ve reflejado en la mayoría de las ciudades que visita. “El tatuaje está viviendo el gran cambio de lo underground a lo comercial. Y para mí se está yendo a la mierda”, sostiene con una mezcla de nostalgia y resignación.

“Gracias a los realities, los chicos quieren hacer carreras de rockstar, con muchas fotos y likes en las redes sociales. No piensan en una carrera como tatuador, luchándola de abajo, aprendiendo paso a paso. Y no puedo entender que haya tatuadores sponsorizados”, sentencia.

Esta frivolización masiva repercute negativamente en lo que solicitan los clientes. “Muchos vienen pidiendo cosas que ven en la tele, y no tienen idea de técnicas o estilos”. Pero advierte que “eso también es responsabilidad nuestra. Si los tatuadores no educan al cliente, éste nunca va a aprender. Incluso el tatuador debe educarse mejor”.

A pesar de ese contexto, celebra los aspectos positivos de la mayor difusión de la actividad. “Está bueno que haya información y fuentes de consulta al alcance de todos. Eso sirve para que el sector de la sociedad habitualmente antitattoo se abra y lo vea algo cotidiano”, concluye.

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