Desde un gesto amable y parsimonioso que reaparece al dispersarse una densa niebla de humo, Leandro Curi asegura: “Para mí, el tatuaje no es un estilo de vida”. Adjudicarle esa frase a un tatuador con tantos años de carrera parece un error. Pero para ratificarlo, basta conocer algunos elementos cotidianos que lo rodean.

Su estudio presenta una disposición minimalista, con privilegio de la luminosidad y espacios amplios. Libre de parafernalia decorativa, representa un universo que se alimenta de la ilustración realista, a tono con la meticulosidad que ese estilo requiere.
El proceso creativo
Más allá del resultado final, cada trabajo de Leandro se basa en la construcción de consenso entre el deseo de quien se va a tatuar y la propuesta estética. Metodología que con el tiempo derivó en un aprendizaje: “Hace muchos años, cuando solamente dibujaba, no quería descartar borradores ni bocetos, pero el tatuaje me enseñó a desprenderme de mis creaciones. Mientras lo estoy haciendo, es mío. Y luego se siente como un desprendimiento, algo que se va. Es del otro, a mí sólo me queda la foto”, especifica.
Ese proceso, que implica interactuar, negociar y establecer un vínculo de confianza, no compromete la búsqueda creativa. “Cada idea surge con un objetivo específico. Pero hasta llegar al tatuaje permanece permeable a cambios enriquecedores. Puede haber diferencias, pero nunca un conflicto”, asegura.
Todo empezó dibujando
En términos de motivación creativa, su primera pasión fue el dibujo. Con el tiempo, y al calor de la búsqueda artística de los inquietos, el tatuaje surgió como una vía de expresión alternativa. “Se me ocurrió tratar de desarrollarme como ilustrador en un soporte distinto: la piel”.
Pero la transición hacia las tintas y las agujas no fue sencilla, y su joven ansiedad lo llevó a saltear etapas de aprendizaje. “Empecé con un exceso de confianza, porque quería trasladar las mismas técnicas a la piel. Y no se podía”.
Las estaciones de ese recorrido también le dieron un carácter profesional a su arte. “Gracias al tatuaje apliqué un aspecto formal al dibujo. Me hizo disciplinarme para cumplir con tiempos, ya que más allá del proceso creativo, existe un compromiso con el cliente“, enumera.
La práctica y el conocimiento se encargaron de cicatrizar errores y pulir la técnica. Y su camino en el mundo del tatuaje se fue pavimentando con experiencia y nuevas capacidades. Luego de varios años en American Tattoo, hoy cuenta con estudio propio: Raff Tattoo.
Al recordar sus comienzos, Leandro sostiene que “el mundo del tatuaje era muy estructurado. Hoy eso cambió. Se puede diseñar de todo. Todo puede ser un tatuaje. Y mucha gente se anima a tatuarse porque ve que todo se puede tatuar”.
Los medios y la vida digital ofrecen una enorme cantidad de estímulos y recursos visuales. Imágenes que trasponen soportes y formatos para alimentan nuevas tendencias, técnicas y amplitud de perspectivas para tatuar.
El arte de Leandro no permanece ajeno a ese contexto, pero selecciona con cuidado los elementos que incorpora a su búsqueda creativa. Esa misma que continúa mientras enciende otro cigarrillo y vuelve a su silla predilecta para seguir dibujando. Su estilo de vida.
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