Cuatro colores. Amarillo, azul, negro y rojo. Esa es la marca registrada que eligió Isra Almagro para destacarse como tatuador en Barcelona. Pero su estilo trascendió hacia toda España y también Europa.

25052016-Perfil1
Almagro

Esto se debe a que su tatuaje tradicional no llama la atención sólo por los colores que utiliza. Sus trabajos representan tanto figuras sutiles y concretas como diseños complejos en los que proliferan los detalles, con  colores bien planos, sin volúmenes ni sombreados.

Pero siempre mantiene un elemento clave: la contundencia que hace que un tatuaje de Almagro no pase desapercibido. En todas sus creaciones (para cada diseño hace un tatuaje y una pintura), se distingue un trazo especial, propio de su talento, dedicación y amor por el tatuaje.

Estas virtudes caracterizan la obra de Almagro desde sus comienzos, incluso cuando no veía al tatuaje como un camino profesional: “Yo empecé a tatuar con mis amigos, pero no sabía que se podía vivir de eso”.

En esa época se aprendía a soldar las agujas y construir una reputación propia “era un proceso que llevaba tiempo. Uno iba a los lugares donde se hacían tatuajes con la carpeta bajo el brazo, ofreciendo su trabajo, siempre pidiendo ‘por favor’”, recuerda.

Y cuando lo compara con la actualidad, describe una realidad distinta: “Todo eso se perdió, se fue. Hoy viene un chaval que tiene 30.000 seguidores en Instagram y te dice, ‘quiero trabajar, ¿cuánto me pagas?’”.

“Incluso el ambiente de las convenciones ha cambiado. Hoy muchos jóvenes se preparan para ganar premios. Yo las sigo viendo como una oportunidad para juntarme con amigos, conversar sobre tatuajes o compartir ideas”, indica.

La repercusión de sus trabajos se traduce en reconocimiento. Y al respecto, aclara que él es “un tatuador, no un artista”. Además siente que no encaja en la moda actual que proyecta a los tatuadores como estrellas de rock. “Si te dicen eso todo el día, termina por hacerte mal, porque te infla mucho el ego”.

En línea con este fanatismo que suele generarse en torno de las figuras del tatuaje, cuenta una anécdota: “Yo tengo un estilo muy marcado. Si me vienes a ver, te cuento cómo es mi trabajo. Si quieres otra cosa, te indico quién te lo puede hacer bien”, aclara de entrada. Y sigue: “Una persona se quería hacer un Odín. Yo le dije que iba mejor para un estilo neotradicional, y que conocía a un tatuador que lo podía hacer mejor. Pero él decía que era muy fan de mi trabajo y quería hacerlo conmigo. La verdad es que no quedó tan genial como podría haber quedado, pero yo le había avisado. El cliente estaba contento porque es fan, pero yo no tanto”.

Almagro entiende que el éxito de los reality shows dedicados al tatuaje y el crecimiento mediático de la actividad influye en estos cambios. “Por un lado está bueno porque más gente se tatúa, pero por el otro no se aprecia correctamente. Ahí no te muestran que el tattoo es algo hecho a mano, artesanal”.

Ante esta situación, entiende que es importante educar al cliente: “Trato de hacerlo, de mostrarle qué idea va a quedar bien, darle más opciones para que se lleve un buen tattoo. Es difícil cambiar la mentalidad de la gente, porque la tele no muestra lo que tatuaje realmente es”.

“Si el foco del tatuaje pasa a ser el negocio, yo le veo un futuro complicado”, advierte Almagro. Pero pesar del panorama, se aferra a lo que hace porque “el tatuaje es mi vida”. Razón suficiente para no desanimarse y seguir enfocado en la consolidación de esos cuatro colores que configuran su estilo personal.


almagrotattoo@gmail.com