En Japón, el tatuaje es una expresión cultural y artística con siglos de historia. Pero a pesar de su valor como tradición, fue prohibido en distintos períodos, al principio para limitarlo a las altas castas y más adelante por estar vinculado al submundo de la mafia o Yakuza. Por eso los tatuadores han operado siempre en una zona gris entre la legalidad y lo clandestino.

El fin de la Segunda Guerra Mundial significó importantes cambios en la sociedad japonesa moderna. Entre ellos, la legalización del tatuaje. Y a pesar de que la actividad nunca se despojó del todo de la reputación negativa, las fuerzas de la ley han sabido diferenciar las actividades relacionadas con la mafia de aquéllas que desarrollan los tatuadores en estudios comerciales o artísticos.

Pero esa postura cambió de manera abrupta el año pasado, cuando la Prefectura de Osaka empezó a tomar acciones contra tatuadores. Taiki Masuda fue procesado por violar la Ley de Prácticas Médicas en el marco de un caso que involucra a una farmacia por la venta de un desinfectante que viola esa ley.

Taiki Masuda

Quedó implicado por figurar en la lista de clientes y se le impartió una multa de 300.000 yenes (unos 3.000 dólares). Con el fin de defender su actividad, en lugar de pagar la multa decidió desafiar la medida en la corte. También se registraron acciones contra estudios reconocidos como Chopstick Tattoo y 8Ball Tattoo Studio, que sufrieron el arresto de parte de su staff.

Según las autoridades, Masuda y los estudios imputados no cuentan con la licencia médica que exige la Ley de Prácticas Médicas, ya que interpretan que tan sólo pinchar la superficie de la piel con una aguja constituye un “acto médico”.

Esto implica que cualquier tatuador debería contar con un título en Medicina para desarrollar su actividad de manera comercial. O, en otras palabras, que sólo los médicos estarían autorizados legalmente a tatuar.

Consecuencias preocupantes

Si el caso Masuda prospera, no sólo representará un castigo directo para el tatuador, que puede ser considerado un criminal en caso de ser hallado culpable. También marcará un precedente que perjudicará al desarrollo profesional del tatuaje en Japón, ya que obligaría a los tatuadores a trabajar de manera clandestina por no contar con la licencia correspondiente.

Quienes apoyan a Masuda argumentan que la interpretación de la Ley es simplista y lineal. Que se trata de una visión incrementa el riesgo de que el tatuaje sea reducido al mero acto de aplicar tinta en la piel sin considerar tradición, diseño, conocimiento, talento ni cualidades artísticas.

En defensa de la cultura

Save Tattooing es una organización dedicada a proteger la cultura del tatuaje japonés mediante una campaña por una nueva legislación. Además apuntan a generar una toma de conciencia acerca de la importancia del tatuaje como parte de la identidad cultural nipona.

Otro deseo es que las personas tatuadas puedan exhibirlos en ámbitos públicos, como hoteles o piletas. Y generar un marco legal que garantice a quien desee tatuarse que pueda hacerlo libremente, en estudios que cumplan con las condiciones de salud, limpieza e higiene esenciales, además de la calidad del trabajo.

Confían en que un sistema regulado de entrega de licencias como los que existen en otros países (en lugar de la ley que desean aplicar las autoridades), el arte del tatuaje pueda desarrollarse y seguir creciendo, siempre respetando la libertad de expresión.

Para lograrlo, Save Tattooing creó una petición que presentará al Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe, y otras autoridades. Con ella se busca oficializar un sistema de regulación de las licencias para tatuar, que garantice un servicio seguro y confiable. Pero que principalmente asegure la preservación y desarrollo de la cultura del tatuaje en Japón. Se puede firmar en este link.