Hace un tiempo difundíamos la lucha de Save Tattooing in Japan para evitar que el tatuaje japonés quedara herido de muerte tras una sentencia legal que se estaba por anunciar en Osaka.

Hoy, esos temores parecen hacerse realidad. La resolución del caso Masuda determina que el tatuador incumplió la ley por no contar con la licencia médica que necesitaba para ejercer su profesión.

Suena a disparate pero es así. Le piden una licencia que otorga una ley diseñada para médicos. No existe para el tattoo, ni tampoco una versión adaptable.

La falta de un marco legal para el tattoo japonés que desnuda la sentencia es evidente. Pero también crea un precedente legal que afecta a todos los tatuadores de Japón: para acceder a la licencia es necesario contar con un título en medicina o enfermería. Y ningún tatuador japonés (y probablemente en el mundo entero), es médico.

En varios países se otorga un permiso específico para tatuar y se regulan los requisitos que debe cumplir un espacio donde se desarrolle la actividad. Pero en Japón se necesita una licencia médica profesional. Y ningún tatuador invertiría tiempo y dinero en completar una carrera en medicina.

Ante este panorama, y mientras no exista una reglamentación específica que regule pero garantice el trabajo, los artistas y estudios de tattoo en Japón no parecen tener muchas opciones: o tatúan en la clandestinidad (no sería la primera vez en la historia japonesa), o ya no tatúan.

Pero la lucha seguirá. El objetivo es evitar que la fría tinta de la ley se imponga al fuego  que la tradición milenaria imprime en cada tatuaje japonés.