Barrio de Gracia, Barcelona. La entrevista con el staff de Gold Street Tattoo refleja el ambiente que se vive en el local: en el momento más reflexivo, alguien destruye la solemnidad con una broma que libera la carcajada coral.

Durante la charla, el exabrupto más lúcido estuvo a cargo de Didac González: “El tattoo debe ser para yonquis, putas y presidiarios”, una broma que alude a la actualidad del tatuaje a partir de su popularidad mediática. Pero hablando en serio, aseguró: “El efecto de la tele es normalizador. Cualquier cosa que aparece allí se vuelve ‘normal’. Y que le pase al tattoo es un poco triste”.

Por su parte, Kike Esteras, uno de los responsables de Gold Street, asegura que la masificación “está bien, pero todavía hay poca educación. Mucha gente quiere tatuarse algo sin saber qué tipo de trabajo hacemos”. “O te dicen que les gusta mucho tu estilo, pero te piden un maorí o el nombre de la hija”, ejemplifica Didac.

Al mismo tiempo, consideran que esa demanda es tierra fértil para oportunistas. “Hay mucha gente que tatúa sólo porque ve un negocio”, explica Kike. “Muchos se patrocinan como estrellas de rock, cuando en realidad un tatuador nunca fue alguien que estuviera ‘en la onda’. No la entendemos ni sabemos cómo evoluciona”.

Motivación compartida

El staff de Gold Street Tattoo está compuesto por Kike Esteras (especializado en Neotradicional),  Eneko Etxebeste (Realismo en grises y Neotradicional), Pablo Sinalma (Tradicional), Ana Almagro (Neotradicional), Andrés Inkman (New School y Realismo), Didac González (Neotradicional), Luca Cospito (Blackwork y Puntillismo), y Nacho Eterno (Tradicional).

En el local predomina un ambiente relajado, de camaradería, por el cual ellos mismos destacan que “más que trabajando, nos sentimos en un club social donde la pasamos de cachondeo”.

Sin descuidar el aspecto comercial, entre todos impulsan el crecimiento artístico de cada integrante. A medida que la charla avanza, emerge la coherencia en cuanto al criterio artístico y los objetivos profesionales que comparten.

“Le metemos bastante caña cuando observamos el trabajo de cada uno. Podemos opinar sin pelos en la lengua si vemos que algo se está haciendo mal o si creemos que puede mejorar. Porque al final  de cuentas es lo que sirve”, explica Didac.

El arte de progresar

Un rasgo común a los integrantes de Gold Street es su aspiración a progresar como artistas. Y esa práctica lo confirma. Andrés empezó a tatuar hace 11 años por ser “la mejor manera de ganarme la vida con el dibujo. No lo siento como un trabajo. Puedo estar ocho horas acá tatuando, llego a casa y me pongo a dibujar. Porque siempre busco mejorar”.

Kike, que lleva ocho años como tatuador, agrega: “El tattoo es tu vida. Si quieres ser buen tatuador, se vive en torno al tattoo. No hay otra manera”.

Esto implica un involucramiento físico y emocional. “Si un tatuaje no queda como lo tenía pensado, me hundo en la miseria. No duermo por dos días”, sentencia. “Quizás el cliente no se da cuenta y puede ser técnicamente correcto, pero si no quedó como como yo quería, me afecta. Es algo muy personal”.

Acerca de esta búsqueda, Andrés Inkman destaca la importancia de compartir el conocimiento y las experiencias: “Tenemos las mismas inquietudes creativas, lo cual nos lleva a intercambiar ideas y observaciones. Es un proceso de cambio, de probar cosas nuevas, que en definitiva lleva a mejorar los trabajos. Y eso es algo muy satisfactorio”.

Esa es la filosofía de Gold Street Tattoo, donde conviven artistas de distintos estilos pero con la misma pasión por el tatuaje. Un sentimiento compartido que los hace amigos y los moviliza para seguir creciendo.


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