“Estoy casada con el Tradicional”. Así confiesa Florencia Grer su compromiso con ese estilo de tattoo hasta que la muerte los separe. “Es lo que más me gusta, tanto para apreciarlo como para trabajarlo. Queda supersólido y si está bien hecho lo vas a llevar toda la vida”.

Florencia Grer

El Tradicional irrumpió en su vida en forma de amor fulminante, de esos que no te sueltan y se integran a tu vida cotidiana. Así nació un vínculo enriquecedor y demandante al mismo tiempo.

“Para mí el Tradicional es lo simple. Y lograr esa simpleza es muy difícil. No van ni detalles, ni cositas ni brillitos”, explica Florencia al describir su manera de tatuar y la búsqueda que encara en cada diseño.

Comienzos complicados

Florencia empezó a tatuar hace nueve años, practicando con piel sintética, zapallitos, “amigos, mi hermano… En algunos se ven desastres y en otros mi progreso”. Esos comienzos fueron solitarios y de gestión autodidacta, con más frustración que satisfacciones.

“Empezar por tu cuenta implica un camino muy largo. Veo colegas que son aprendices de otros tatuadores y si bien no es sencillo, evolucionan más rápido. Yo lo hacía sola y me costaba mucho”.

A pesar de las dificultades, Florencia siempre apostó al amor, porque sabía que era el camino a seguir. Si bien no tenía un mentor, recurría a tatuadores experimentados. “En ese entonces yo sólo perforaba y le preguntaba de todo a gente como Ricardo Álvarez. Me llevaba la info a casa y tatuaba hasta la madrugada”.

Pero los resultados no eran los esperados: “Te pasan cosas que no entendés. Te vibra la piel o se te engancha con la aguja. Si te mandás sola, tardás mucho en ver esas cosas y resolverlas”.

Presente de felicidad

Superadas las idas y vueltas de los comienzos, hoy la relación está en su mejor momento. “El tattoo es todo en mi vida. Trasciende lo laboral porque convivo con él de forma permanente”.

Es imposible imaginar un día en la vida de Florencia sin referencias al tatuaje. “Hablo del tattoo con colegas, amigos, o incluso mi familia. Hasta mi abuela, que ahora tiene Instagram, me hace comentarios sobre mis trabajos”.

Pero claro, el amor por el tatuaje no es exclusivo de Florencia. La creciente masividad del tattoo lo vuelve un objeto de deseo cada vez más atractivo, por eso en su vida cotidiana se dan situaciones que prefiere evitar.

“Está bueno que la gente se interese, pero a veces te sobrepasa. Cuando salgo con amigas les pido que no digan que soy tatuadora. Porque de lo contrario me paso toda la noche hablando de eso”.

Que el tatuaje sea un estilo de vida para Florencia no significa que no necesite tomarse unos instantes para vivir otras cosas. “La gente es buena onda, te pregunta y de repente todos se quieren tatuar. Pero por lo general después nadie te llama para hacerlo. Ellos se entretienen y yo siento que estoy trabajando. Y no es la idea cuando salgo a despejarme.”

Compartir, crecer y aprender

Florencia trabaja en dos estudios privados (uno en Belgrano y otro en Lanús), y también pincha en Calavera No Chilla, donde convive con más artistas.

Según su experiencia, compartir ámbitos creativos con colegas genera nuevas oportunidades para desarrollar su carrera: “Lo disfruto porque te lleva a contactar otra gente o participar de proyectos. Arranqué en la Bond Street y a partir de eso trabajé con grandes artistas, me llamaron de distintos eventos. Y así”.

Esta modalidad de trabajo también influye en su arte, ya que se da un intercambio en forma de aprendizaje: “Siempre estás aprendiendo algo nuevo. Estoy contenta con mi estilo y mi técnica, pero compartir ideas y charlas en locales, eventos o convenciones siempre suma para mejorar”.

Al igual que en sus comienzos, Florencia traslada esos nuevos conocimientos a sus creaciones de manera inmediata. Y la avidez por crecer y superarse se refleja en cómo se exige con sus tatuajes: “Nunca estoy satisfecha con el trabajo terminado. De diez tattoos, no le cambiaría nada a uno solo. Pero si me gustara todo lo que hago ya no tendría motivación”.

 

Motivación y amor por el tattoo Tradicional. Dos elementos clave en la vida de Florencia, cuya aspiración máxima es “que cuando alguien vea uno de mis tatuajes diga ‘es de Florencia Grer’. Eso sería increíble”.

En esta búsqueda creativa, Florencia aspira a reconocerse en sus tatuajes. Como los integrantes de una pareja que se identifican a sí mismos en el otro. Y eso es amor.