Bellas Artes e Historia del Arte, con especialización en curaduría y crítica de arte. Esa es la formación original de Luciana Acuña, quien suele trabajar para distintos medios y estar en contacto con artistas contemporáneos. Sin dudas, un perfil atípico para una tatuadora.

Luciana Acuña (foto de Gisela Volá).

Pero cuando asegura que “lo maravilloso del tattoo es que volví a dibujar. Y ahora lo hago todos los días”, queda claro que vive su relación con el tatuaje como una fuerza transformadora que reconfiguró su actividad artística.

Luciana estaba enfocada en las artes tradicionales, pero cuando el tattoo irrumpió en su vida ya nada sería igual. “Siempre me habían gustado los tatuajes, pero no lograba canalizarlos hacia mi arte. Hoy son un elemento clave en mi vida porque me permitieron reencontrarme con el lado de mi creatividad que aplico a lo visual”.

Además del elemento creativo, el tattoo le planteó a Luciana la exigencia de generar trabajos de manera constante. “Era algo que había dejado de lado. Hoy transformar las propuestas de los clientes en un tatuaje es un desafío. Y con cada tattoo busco superar mis límites”.

La transición de las artes “tradicionales” al tattoo puede ser un proceso arduo, y en algunos casos llega a ser frustrante. No sólo porque cambian los formatos de expresión, los materiales y las técnicas de ejecución, sino también porque en ocasiones surge la supuesta antinomia entre tatuaje y arte.

Si bien Luciana admite sentirse “en permanente aprendizaje”, asegura que “no hay diferencias a la hora de analizar un tatuaje o una obra de arte tradicional”. Lo explica desde la iconología, una rama de la simbología y de la semiología que estudia las denominaciones visuales del arte. Según Luciana, aborda “la vida detrás de las imágenes, y establece que todo es lícito de ser analizado. Y para mí el tattoo forma parte de eso”.

Antes del tatuaje, Luciana estaba enfocada en expresiones como la plástica. “Entraba en la categoría de artista clasificada. Ahora manejo un nuevo lenguaje, enfocado en la simetría, que a pesar de la ornamentación no deja de tener un relato”. Y asegura que en el arte “lo importante es la construcción de sentido” más allá del proceso que lo genere.

Libertad responsable

Luciana hace hincapié en la autonomía que el tatuaje le dio como artista. “Necesitaba esa independencia. La curaduría siempre involucra a un artista o una institución. Pero el tattoo depende sólo de mí, por eso me dio esa libertad”.

Encara su actividad cotidiana con la mayor responsabilidad, principalmente porque “estoy creando sobre el cuerpo de una persona”. Pero a pesar del compromiso con el que encara cada sesión, no lo siente como un trabajo. “Para mí, hacer lo que me gusta no es trabajar, porque entran en juego la posibilidad de disfrutar y la libertad… pasa por otro lado”.

Búsqueda en los detalles

El estilo que Luciana eligió para recorrer su camino en el tattoo es el Dotwork (aunque también realiza algo de Blackwork). “No es casualidad, porque me gusta lo minucioso, simétrico y con detalles. Y los trabajos de Puntillismo demandan mucha paciencia”.

Sus diseños tienen rasgos inspirados en la naturaleza, la botánica y el budismo como filosofía de vida. Siempre en negro y gris. “Algunos diseños incluyen cierta abstracción, y muchas de las figuras tienen un porqué”.

Sin descuidar sus otras vías de expresión y creatividad, Luciana está enfocada en “ir cumpliendo metas” por medio de la experiencia única que el tattoo aporta a su vida profesional y personal. Por eso hoy sus diseños y creaciones reflejan la búsqueda artística que emprende a través del tattoo. Un destino que no puede fallar.

Actualmente, Luciana está tatuando en Death or Glory (Palermo), y en Warburg Tattoo Studio (Mercedes, Provincia de Buenos Aires).