Glenys Coope se había hecho varios tatuajes en su juventud. Pero luego se casó y su marido no era muy entusiasta de los tattoos, por lo cual le pidió que se los quitara. Cirugía de por medio, Glenys se despojó de la tinta que tanto quería.
Pasaron los años hasta que en 2014 el marido de Glenys falleció. Y ella decidió retomar el vínculo que durante tanto tiempo había mantenido aletargado. Así fue que volvió a tatuarse una y otra vez. Ya lleva 16 tatuajes con una inversión de 2000 libras esterlinas.
«Es mi cuerpo y hago lo que quiero», asegura esta mujer de 77 años que hace valer sus derechos y hoy recupera el tiempo perdido mientras cubre su piel de tattoos. Tal como ella siempre lo quiso.
Fuente: BBC Mundo.