Paz Warnes es parte del equipo de Vieja Escuela Tattoo. Como su nombre lo indica, el estudio se erige como un bastión del estilo Tradicional en Buenos Aires. Pero sería un error presuponer que, por este vínculo de pertenencia, el trabajo de Paz se inscribe netamente en ese estilo.

Si bien el Tradicional es el tipo de tattoo que la enamora, sus trabajos tienen una vuelta de tuerca que desintegra cualquier pizca de conformismo. Esas ganas de ir un poco más allá caracterizan la identidad construida a lo largo de su carrera, que empezó hace más de quince años en Bahía Blanca. Ella lo resume así: “Me gusta que mis diseños se vean sólidos pero delicados”.
Suele decirse que la felicidad y la belleza están en las pequeñas cosas y en los detalles. Algo parecido ocurre con los tatuajes de Paz y la delicadeza a la que hace referencia.
Si bien su arte nace de las bases del Tradicional y habitualmente tatúa figuras clásicas como mujeres, tigres o mariposas, para cada creación recurre a elementos en forma de sutilezas que llevan a un resultado final distintivo. “Busco la delicadeza en el tipo de dibujo. Intento que sea sólido, pero que la base no se vea rígida o cuadrada, sino con sutilezas que aporten otras dimensiones a cada tattoo”.
Camino sin retorno
La búsqueda de Paz por los caminos del tatuaje empezó desde que tuvo su primer encuentro con el Tradicional. “Me impactó ver cómo funciona en la piel. Tatuajes fuertes y sólidos que perduran con el paso del tiempo. Y es lo que me sigue gustando”.
Si bien convertirse en tatuadora no estaba entre sus primeros planes de carrera (había estudiado teatro, pero lo dejó), empezó a trabajar en un estudio local y ya no hubo vuelta atrás. “Aunque en Bahía Blanca había pocos tatuadores, en esa época estaba creciendo el New School. Pero se hacía de todo: la gente entraba, elegía de una carpeta y podía salir una rosa tradicional o un delfín”, recuerda.
Luego de mucha práctica, un día llegó el momento de hacer su primer tattoo: “Estaba ansiosa y con muchas ganas. Pero principalmente muy contenta porque sabía que era algo de lo que no había vuelta atrás”. Así pasó de admirar a sus referentes, como El Bara y Mariano Castiglioni -que hoy siguen estando entre sus artistas preferidos-, a transitar su propio recorrido en el mundo del tatuaje. “Siempre los admiré. En una época sin Instagram ni redes sociales, lo primero que vi de Tradicional fueron sus trabajos. Gracias a ellos me enfoqué en seguir una línea clásica”.
Prejuicios no
La presencia de tatuadoras tampoco era habitual durante los años en los que Paz empezó a tatuar. Ni en locales comerciales, ni en estudios privados. Si bien hoy el panorama es distinto a partir del incremento de la visibilidad de artistas mujeres, “la proporción sigue mostrando que predominan los hombres. En las convenciones se ven cada vez más mujeres, pero de 30 tatuadores, sólo cinco o seis son chicas”, analiza.
A pesar de ese contexto, Paz asegura que, en su caso, “ser mujer no se convirtió en un impedimento para abrirme camino”. Y destaca que en los lugares donde trabajó “nunca tuve una mala experiencia, siempre me sentí una más”.
Lo curioso es que “fue más difícil con los clientes. Quizás era por prejuicio, pero les costaba asimilar que los tatuara una mujer. A veces me preguntaban ‘¿Vos me vas a tatuar?’. Incluso las mujeres. Pero nunca me lo tomé como algo personal, porque entendía que no estaban habituados a eso”.
Si bien reconoce que la mayoría de sus colegas son hombres, se entusiasma con el creciente reconocimiento que las tatuadoras están logrando. Paz formó parte de las dos ediciones de Ladies Night Tattoo Flash, una iniciativa que llevan adelante cinco tatuadoras de distintos estilos, y sirve como vehículo para mostrar ese desarrollo.
“El evento no sólo está bueno por la posibilidad de tatuar con gente talentosa, sino también porque ayuda a difundir lo que hacemos las mujeres en el ambiente del tattoo. Además, es un espacio de integración. Somos todas tatuadoras, pero tatuamos a chicas y chicos, todos juntos compartiendo algo lindo”.
Crecer en casa
“Vieja Escuela es nuestra casa. Estamos más tiempo acá que con nuestras parejas o familias. Es donde hacemos lo que nos gusta, comemos o lloramos. Los clientes perciben ese ambiente. Lo ven como un lugar que alberga a una familia y en seguida se dan cuenta de que los vamos a cuidar”.
Esos vínculos cercanos con los miembros del estudio no sólo son gratificantes a nivel personal. “Trabajar con personas creativas y profesionales te estimula. Los que integramos Vieja Escuela somos amigos, pero también colegas abiertos a la crítica. Así crecemos y mejoramos en todo sentido”.
Esa motivación la impulsa a planificar y trazar objetivos hacia adelante, a bordo de un estilo cuya perdurabilidad es uno de sus mayores atributos. “Eso también me gusta del Tradicional. Son las piezas que mejor sobrellevan el paso del tiempo, no sólo por cómo se siguen viendo en la piel, sino porque son diseños clásicos que siempre van a funcionar. Lo que tatuamos hoy son nuevas versiones de cosas que ya se hicieron, pero su vigencia permanece intacta”.
A su vez, esas creaciones tienen un sello distintivo que se plasma en cada tattoo de Paz. Esto es posible porque “trato de producir todo el tiempo para llegar a los diseños que busco. Es difícil porque me fui haciendo muy crítica de mi trabajo y me cuesta llegar a que algo me guste 100%, pero es una manera de meterse presión para mejorar”.
Relación eterna
Está claro que el vínculo que Paz mantiene con el tatuaje -particularmente con el estilo Tradicional-, abarca mucho más que una preferencia artística, una elección de carrera o la aplicación de su conocimiento y capacidades profesionales. “Le dedico mucho tiempo al tattoo porque te devuelve cosas significativas a nivel personal y artístico. Es una compañía que muchas veces me ayudó y me salvó”.
Como todo vínculo enriquecedor, está construido por miles de capas, dimensiones y procesos que lo nutren permanentemente. Detalles que tienen distintas manifestaciones, pero la más notoria es la felicidad que brota de ellos. Y que se percibe en las sutilezas que viven en los tatuajes de Paz.