Germán Gabriel Canalla es un tatuador multifacético, que trabaja con estilos como Tradicional, Blackwork o Single Needle. Pero además canaliza gran parte de su flujo creativo en distintas disciplinas artísticas (ilustración, pintura, juguetes, entre otras). A veces, esos caminos se encuentran (mediante diseños que combinan sexo, violencia y otros ingredientes estimulantes), pero respetando las reglas y objetivos de cada soporte.
Hablando de encuentros, la propuesta es conocer a Germán, cuyo viaje en el tatuaje comenzó con el estilo Tradicional. “Para mí sigue siendo, por lejos, la mejor técnica para tatuar. Tanto por cómo se ve en un cuerpo, como por su capacidad para permanecer inalterable en el tiempo”.

A pesar de sus preferencias, nunca privilegia un estilo en particular como punto de partida. En su modalidad de trabajo, esa elección busca ponerse al servicio del tattoo a realizar: “Elijo hacerle caso al diseño que voy a tatuar, ya que prácticamente me dicta cómo hacerlo”, explica.
Fuentes de inspiración e identidad propia
La decisión de escuchar al diseño sin imponerle una estructura o categoría que lo encasille antes de ser tatuado es una práctica que mantiene desde su amanecer artístico como ilustrador, cuando ponía sus influencias al servicio de los dibujos.
Antes de incorporar el tattoo a su vida profesional, la creatividad de Germán se alimentaba de cómics como los de Milo Manara, Frank Miller o Mike Mignola. Al igual que las creaciones de Walt Disney, aún perduran como referencias imprescindibles para sus obras. Su actualidad como tatuador establece puntos de contacto entre disciplinas y va acercando su estilo hacia la ilustración. “Es lo que busco, que sea cada vez más descontracturado, y así llego a lo que se puede definir como una conjunción ecléctica de cosas”.


El universo de conocimiento que rodea a Germán –además de su propio talento-, también se enriquece mediante fuentes de inspiración aleatorias como películas y revistas, Internet o la vida cotidiana. Lejos de tener un efecto dispersivo, esta variedad consolida una identidad propia, reconocible en sus tattoos. “Como ocurre con todo lo que hagas, eso se logra siendo uno mismo, siguiendo tus nortes y tus gustos. Suelo ver casos que copian o que miran mucho hacia afuera, pero para mí el viaje está en mirar hacia uno mismo”.
Desde esa perspectiva, Germán vierte en cada tatuaje los atributos que lo convierten en algo diferencial. Y el proceso que implica realizar cada tattoo suma puntos cuando da forma a una experiencia gratificante. “Disfruto cuando un diseño es una buena idea, clara y concreta. Sea un encendedor, una chica o una cafetera, lo importante es que confíen en mí y me den libertad para diseñar y trabajar. Un amigo me dijo que en mis tattoos se ven mis ‘yeites’, y creo que es el resultado de conjugar todos esos factores”.
Para Germán, el tatuaje no solo funciona como un canal de expresión: también lo ayuda a destrabar el aletargamiento de la fluidez creativa que a veces afecta a los artistas. “Agradezco al tattoo porque no me deja bloquearme. Tiene esa cosa maravillosa de ´quiero un cuchillo´ y listo, lo hago. No hay mucho misterio”.
Otro aspecto positivo que fue valorando a medida que avanzó su trayectoria como tatuador es el aprendizaje que representa compartir ámbitos de trabajo con otras personas. Por eso se mantiene activo alternando su presencia en distintos estudios. “Viajé mucho y me considero un tatuador itinerante. Los estudios saben que mañana puedo no estar. Eso me llevó mucho trabajo y años, y me siento privilegiado. Trabajar con gente te nutre mucho, te hace ver las cosas de otra manera, te permite viajar sin viajar”.


Una comunidad de alter egos creativos
Tatuador, pintor, editor de un fanzine y otros etcéteras son las distintas versiones creativas del mismo Germán. Él las denomina “alter egos”. “No separo al que tatúa del que pinta. Son la misma persona, pero con distintos objetivos. Uno ejecuta un oficio y el otro es totalmente independiente. A veces se mezclan y termina siendo fantástico”.
En ese sentido, y lejos de avivar el fuego de la controversia acerca de las cualidades artísticas del tatuaje, Germán destaca que el tattoo “tiene mucho de arte”. Pero diferencia la manera en que desarrolla sus pinturas, dibujos y juguetes (disciplinas que inscribe en su “parte artística”), de la dinámica que implementa al momento de tatuar.
“Son instancias muy distintas. Si bien intento trasladar mi arte y mi dibujo hacia los tatuajes, estos responden a un pedido o el deseo de otra persona. Es cumplir con algo para alguien más. En cambio, la parte artística es totalmente egocéntrica. Hago lo que quiero, como quiero y cuando quiero. Eso tiene una libertad y un poder totalmente incomparables. Hago esas obras para satisfacerme a mí mismo. Y también me genera regocijo y plenitud cuando alguien me dice que le gustan y quiere comprarlas”.
Más allá de estas diferencias, ambos mundos no permanecen como compartimentos estancos en la vida de Germán. Se encuentran y se entrelazan, pero con ciertas condiciones. “A veces hago una pintura y me la piden para un tattoo. Pero esa trasposición demanda modificaciones. No se reproduce tal cual”.
Dicho esto, queda claro que para respetar el espíritu original de cada obra hay valores que no se negocian. “Cada cosa tiene un medio, una forma. Son soportes totalmente distintos. No quiero hacer un tatuaje que sea una pintura o viceversa”.
Atracción y seducción
Además de exhibir los rasgos que caracterizan sus diseños, los tatuajes de Germán suelen movilizar a partir de escenas de violencia elocuente o de intensa carga sexual. La fuerza primigenia de esas situaciones funciona como una fuente de inspiración que traslada a sus creaciones. “El sexo y los cuerpos desnudos tienen una carga erótica que me resulta atractiva y romántica. Lo mismo me pasa con la violencia y lo conmovedora que puede ser una imagen con sangre”.


Es por eso que, tanto en sus tatuajes como en sus pinturas, prints y juguetes, recrea situaciones de sadomasoquismo. “La violencia no es parte de mi vida ni la fomento, pero el sexo y lo erótico sí lo son. Y el BDSM es una perfecta conjunción de todo: violencia, erotismo y sexo. A nivel creativo me abre el camino para entrelazar todos esos elementos y expresar algo que me representa a nivel personal. Todo arranca con una figura femenina, ya que para mí no hay nada más atractivo y seductor”.
Si bien estas temáticas están presentes en las obras que Germán desarrolla en distintos soportes, aclara: “No me gusta que se me encasille como tatuador de pornografía y erotismo. Yo tatúo de todo. Mi arte es un poco más monotemático en ese sentido”.
Repercusión y polémica
Si bien la mayor parte del tiempo la difusión de sus obras le brinda reconocimiento, de vez en cuando algunas personas lo repudian en formato de agresión. “Es una época muy fértil para los enojos y mucha gente se agarra de las imágenes para odiar. Me trataron de machirulo, homofóbico, y otras cosas que no soy. Mi trabajo va por todo lo contrario: la inclusión, el buen gusto, la sexualidad libre y con consentimiento”.
Pero Germán no reniega ni se enrosca con ese tipo repercusiones. “Mi trabajo es polémico y está bueno que así sea. Lo controversial siempre es buena publicidad”. Incluso podría derivar en aceptación de parte de nichos que habitualmente no consumen ese tipo de arte: “Me encantaría que una señora de Recoleta tenga un cuadro mío de 1,20 de alto de una doble penetración. El día que lleguemos a eso, voy a estar contento”.
Mientras tanto, la alegría de Germán pasa por concretar proyectos como los juguetes y el fanzine. Y por supuesto, por las satisfacciones que obtiene durante su crecimiento artístico. De esta manera, todos sus alter egos están contentos. Y cuando la felicidad es compartida, se disfruta mucho más.


