“El tatuaje perfecto no existe”, asegura César “Yeyo” Molina, -o simplemente Yeyo-. Es curioso que esa afirmación provenga del tatuador cuyos retratos e imágenes de personajes famosos, seres queridos, animales o escenas de películas quizás sean los más realistas y reconocidos. “Algunos clientes me dicen que se quieren tatuar conmigo porque hago tatuajes perfectos. Pero de entrada les pincho un poco el globo, porque les aclaro que eso no existe”.

Mediante esa advertencia, Yeyo se mantiene coherente con la exigencia que se impone a sí mismo como profesional y que lo moviliza para seguir creciendo. “Cuando analizo un tatuaje mío veo cosas que podría mejorar. Un color, una sombra, algo por lo cual renegar. El día que pierda esa inquietud no voy a tatuar más”.
Acerca del inconformismo que lo lleva a superarse a pesar del reconocimiento que tienen sus obras, explica que “el tattoo es un camino de aprendizaje eterno. Siempre estoy practicando: probando un color nuevo, aguja nueva, máquina nueva, teoría nueva”.
Pero además de la práctica, para pulir su trabajo se apoya en la opinión de colegas y otros tatuadores que trabajan en su estudio. “Somos rigurosos y analizamos los trabajos buscando errores para reducirlos al mínimo. Intercambiar experiencias y conocimiento es todo. En el tattoo y en la vida. Se trata de saber valorar las opiniones que sirven para construir”.



Esa misma predisposición hacia el intercambio es parte del proceso que desarrolla al encarar un trabajo. “Sin los clientes no somos nada. Por eso es importante, como tatuadores, que analicemos la manera de abordarlos y escucharlos. Y no asumir un aire de superioridad porque sabemos más que ellos. La clave es compartir la información para que puedan entender y apreciar el laburo”.
El color, casi por accidente
“No elegí el Realismo, pero terminó sucediendo”, aclara Yeyo en relación al camino que decidió recorrer en el tattoo. Por un lado, se sentía atraído por ese estilo “porque siempre me gustó lo difícil que es hacer caras. Mientras hablo con alguien, me fijo en todos los detalles del rostro y pienso cómo los haría”. Pero, además, cuando empezó a tatuar “nunca me pedían Tradicional, ni Japonés, ni Americano. Hoy muchos arrancan por el Tradicional, pero yo no llegué a trabajarlo”.
Luego de desarrollar el Black and Grey durante ocho años, un día, casi de casualidad, decidió incorporar el color. “Hice una guitarra y la piel quedó algo irritada alrededor del sombreado. Inesperadamente, el cliente dijo `me gusta cómo quedó ese rojo, ¿se te ocurrió a vos?’ Ahí nomás compré pigmento rojo y se lo hice. Fue la primera vez que metí un color. Después fui sumando azul, otros y ya no paré”.
Pero la transición hacia el color no se dio de un día para el otro. “Primero quería estar seguro de manejar muy bien el Black & Grey, porque aplicar el negro parece sencillo, pero no lo es. Y luego se dedicó a estudiar. “Hice algunos seminarios. Por ejemplo, con Wally Velázquez, de Maniac Tattoo. Fue increíble, porque yo no había visto tatuar colores así. Despejé dudas y me dio mucha información. También estudié dibujo y acrílico con un profesor de Bellas Artes. Eso me sirvió para conocer bien las claves del color desde cero”.


Si bien Yeyo se dedicó de lleno al Realismo, trata de mantener vivos los conocimientos que incorporó en otros estilos. “No quiero perder lo que aprendí. No solo para ser capaz de hacer otros estilos, sino también porque lo puedo adaptar al Realismo para lograr mejores resultados”.
Uno de esos recursos es el uso de las líneas. “En una época yo no hacía líneas, pero me fui dando cuenta de que, sin ellas, el tatuaje perdía definición y solidez”. A partir de distintas experiencias, verificó que aplicar líneas a los tatuajes de Realismo era clave para la durabilidad de los trabajos. “Más tarde que temprano, los colores suelen necesitar un retoque, y las líneas ayudan a que el tatuaje se mantenga mejor. Los colores bajan, pero las líneas bien hechas quedan. Si el tattoo no tiene líneas es probable que, con el tiempo y el desgaste de la piel, desaparezca o pierda su estructura”.


En cuanto a sus preferencias, Yeyo asegura que le atrae tatuar escenas que tengan que ver con el terror. “Me gusta mucho la textura y la complejidad de ese tipo de trabajos. Lograr las tonalidades de la sangre es muy difícil. Y yo disfruto todo lo que plantee ese tipo de desafíos técnicos”.
Efecto Maradona
Diego Armando Maradona, en casi todas sus versiones (“por ahora solo me falta la época de Cuba”), es el retrato que Yeyo más veces tatuó, seguido por Jesús y un león. Pero a pesar de tantos años y tatuajes, nunca había experimentado algo como lo que generó la muerte del Diez el 25 de noviembre de 2020.


“Hice un tattoo y lo compartí. Como siempre, no para que se viera en todos lados. Pero los medios lo levantaron y explotó todo”. Y así, en plena conmoción por la muerte de Maradona, de un día para el otro, Yeyo protagonizó una exposición inédita para él.
Acostumbrarse a salir en la tele no fue fácil, pero el raid mediático de Yeyo dio frutos mucho muy gratificantes. Principalmente debido al acercamiento con personas que tenían prejuicios en relación al tattoo y ahora pudieron apreciar su trabajo.
“Un día llego a casa y los abuelitos de enfrente me dicen ‘¿así que vos hacés los tatuajes de Maradona?’. Fue muy lindo, porque hasta ese momento no me daban ni bola, era un vecino más, porque ellos no tenían nada que ver con los tattoos ni con la gente tatuada, hasta que me vieron en la tele. Eso me mató. Que un abuelito supere el preconcepto y pueda ver que trabajamos con cariño y respeto, es hermoso”.
A flor de piel
Esas alegrías, si bien inesperadas, forman parte de la carga sentimental que Yeyo destaca en el Realismo. “Es un estilo que te alimenta muchísimo, por la conexión y lo que se comparte con el cliente”.
Se trata de vínculos que movilizan emociones. Y si bien forman parte del trabajo, generan una carga con la que hay que lidiar cada día. “Hay historias que te rompen el corazón, sobre cuando es alguien que ya no está”. Pero también hay situaciones que despiertan sonrisas: “Otras veces te dicen `se viene el cumpleaños de mi vieja y la quiero sorprender’”.



En todos los ámbitos de la vida, los vínculos entre las personas tampoco son perfectos. Pero a través del tattoo, Yeyo cultiva relaciones gratificantes y enriquecedoras. Con colegas, intercambiando opiniones y experiencias. Y con clientes, orientando y compartiendo sugerencias para encontrar la idea que mejor represente lo que se quieren tatuar. Es verdad, el tatuaje perfecto no existe. Pero las recompensas que obtenemos en el camino, hacen que buscarlo valga la pena.
Grande Yeyo!!!!! 🙂 🙂 🙂
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